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sábado, 2 de noviembre de 2013

LOS "AIRECILLOS" DE MI PUEBLO. JIMENA DE LA FRONTERA


Hay muchos pueblos que poco a poco van consiguiendo una imagen de ciudad moderna, bien sea porque se convierten en ciudades dormitorios o  tal vez porque tengan la suerte o la desgracia de que en su término se  instalen grandes industrias que además de aportar beneficios municipales, hacen que se construyan  urbanizaciones modernas para alojar la población demandante de trabajo.
Estos pueblos como por ejemplo San Roque y los Barrios, a mi entender, se están modernizando poco a poco y perdiendo ese aspecto  que siempre les caracterizó como antiguos, aunque como es lógico eso no desparece del todo en pocos años y podamos ver algunas escenas aisladas.
En cambio otros, aunque hayan recibido la modernidad y se hayan construido viviendas nuevas fuera del casco histórico, aún les perdura ese “airecillo” de pueblo  en  bastantes de sus calles y su gente. Tal vez lo “añejo”, sólo sepamos percibirlo aquellos que  en épocas pasadas respiramos esa “cosilla” tan especial y mantenemos aún impresas en nuestras retinas aquellas imágenes que no se ven con tanta frecuencia en las ciudades mas bañadas de progreso.
El cochino que aún camina tranquilo por la calle, el burro que  se alimenta de un “jergón” de paja  en un callejón, la burrita preciosa que permanece atada a una reja mientras su dueño hace “mandaos”, la cabrita beleña,  las gallinas que picotean en  el asfalto ó las “santateresas” y los “cigarrones” con su presencia campera dentro del pueblo, hacen que yo pueda recordar y decir con alguna propiedad que en   Jimena, aún se  huele  a pueblo. Son estos pueblos los que la gente de “la gran urbe” va buscando en sus vacaciones ó “fiestas puenteras” para descansar, admirar bonitos paisajes, contactar con la gente  y degustar la gastronomía de toda la vida.
Amigos y conocidos del lugar, tengo a montones que cuando hablo con ellos también me lo recuerdan,  porque de manera inconscientes “largan” unas expresiones dialécticas que junto a esas imágenes que de vez en cuando veo y fotografiamos, me hacen sentir que parte de nuestro pasado de “Andalucía Profunda” está ahí  con su sabiduría, su ternura  y su tesón por no perder lo que se heredó de  nuestros antepasados.
Tal vez esa circunstancia especial de mantenernos muchos “intactos” en la forma  de expresión verbal, en las costumbres y en las “pinceladas” de escenas comunes a otro tiempo, es lo que nos hace ser distintos y no permiten que se avance en lo que dicen ser el progreso, porque no se tiene predisposición, ni en lo profundo de nuestro ser se desea, ya que nos sentimos a gusto como estamos y con lo que tenemos.
Seguro que es importante tener fábricas, respirar aire empobrecido de oxígeno, ganar un poco de dinero más, que gastamos lo mismo, pero… ¿ merece la pena tener todo eso y perder la tranquilidad  y la forma de vida actual…?.
Aún se habla del Bar de Manolo Mena, de Vargas, de La Bodega, del de Los Pérez y eso lo añado yo a las maneras de expresión tan exquisitas, a las imágenes de los burritos, de los cochinos por la calle y de los saltamontes, para repetir que aún soplan “airecillos de pueblo” que hacen a muchos el que se sientan felices y no deseen más de lo que tienen.
Tal vez parezca “lastimoso” el que un montón de obreros se levanten aún en nuestro pueblo a “las claritas” del día y cojan sus coches para trasladarse a ciudades como San Pedro, Estepona, Algeciras, La Línea, Sotogrande etc, etc, donde ganan el sustento para vivir y regresan por la tarde. Lo de lastimoso lo he puesto “entre comillado” porque  esa circunstancia no es exclusiva de Jimena y se está dando en todos los lugares del mundo, donde los trabajos suelen estar a grandes distancias del domicilio habitual  y tal vez sea mejor así que sufrir las “asfixias” de unas industrias que aportan  crueles enfermedades y al final no reportan el bienestar y la tranquilidad que se respira, aunque haya que salir fuera, que a veces es relajante y permite vivir mejor  y más sano ya que se airean más las relaciones familiares.
Para comprobar lo que digo basta darse un paseo por la calle Quirós, Santa Ana, Velasco, Mellado, La Loba, Misericordia, Larga, La Vaca, Consuelo, Granadillo, Yusto, Sol y algunas otras. Si ese caminar lo haces a medio día, percibirás  con intensidad el olor  de sus guisos, potajes y pucheros, contemplando al mismo tiempo esas imágenes de toda la vida del gato en la ventana, el perrillo que te ladra al pasar, la señora mayor que amablemente te saluda y tal vez con un poco de suerte contemples el “burrillo” amarrado a la reja, el cochino andando por la calle, la “cabra beleña” masticando pasto en su boca  y hasta el “perchi de la cola” posado en algún que otro viejo “paeretón”.
No pensemos que esto nos hace retroceder, que es todo lo contrario porque nos lleva a sentirnos más “persona” y más “nosotros mismos” y  que dure mucho tiempo, mientras no aparezca algo mejor, para conservar nuestra propia identidad heredada.
Currini

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